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lunes, 11 de julio de 2011

Perseguidos en Chihuahua por narcos, migran a Campeche


Por Martín Acosta Pacheco

Sus ancestros fueron perseguidos por sus creencias religiosas, actualmente, ellos, los menonitas, se enfrentan en México a la persecución de narcotraficantes que los han obligado de trasladarse del Norte del país a tierras campechanas, donde también, afirman, resienten el hostigamiento de instituciones federales, como la Profepa que los acusa de deforestar.

La persecución parece ser el común denominador de este grupo, cuyos integrantes , aunque son mexicanos, se resisten a integrarse de lleno a la vida social y política de la entidad, no así a la productiva, donde destacan como agricultores.

Frank, quien pide que le llamen Francisco, o mejor aún "Pancho", es de uno de los menonitas que habitan en un campamento ubicado en las inmediaciones del ejido Chencoh, en Hopelchén. Es de los que no usan overol, de los que han dejado atrás los tabús y conducen vehículos de gasolina y hace uso de la radiocomunicación.

"Nosotros vivíamos en Chihuahua, pero la situación en ese lugar se volvió insoportable por la inseguridad, el narcotráfico; varios nos venimos para Campeche, porque ya no soportábamos: nos robaban las cosechas, nos exigían cuotas, nos perseguían para que los ayudáramos, la cosa por allá está muy dura. En Campeche es otra cosa", revela "Pancho".

Sin embargo, en Campeche, los menonitas, particularmente los que habitan en los campamentos de Las Palmas y El Temporal, también se enfrentan a otro tipo de persecución, la de las autoridades de la Profepa que constantemente los acusan de deforestar para producir carbón.

"Nosotros cumplimos con los permisos, no dañamos, pero pues nos acusan de ello y, por eso, para evitar este tipo de problemas, mejor hemos decidido dejar de fabricar carbón, no queremos problemas, nada que afecte la tranquilidad", subraya el encargado de la operación de los silos de maíz en Las Palmas que omite su nombre "porque no está autorizado a hablar".

Los menonitas en Campeche son alrededor de 2,000 familias (poco más de 14 mil personas) que habitan en siete campamentos; el 80% de ellos son nacidos en territorio nacional y de acuerdo con el Instituto Federal Electoral cuentan con credencial de elector, "pero hasta ahora ninguno de ellos ha emitido algún voto en los comicios estatales".

Esa es otra de las características de los pobladores de estas localidades, pues por un lado están abiertos a la actividad comercial con el "exterior", pero no ejercen derechos ciudadanos a que ya tienen acceso, como elegir a los gobernantes de los municipios y de los estados en que están asentados. Por ahora.

Los menonitas se gobiernan por dos representantes en cada comunidad, aunque ambos tienen la responsabilidad, pero sólo uno gobierna cada año. Es decir, se eligen por parejas para luego dividir el mandato. Son una especie de autoridad gestora interna y externa.

En Las Palmas y El Temporal, ambos en Hopelchén, el silencio envuelve la actividad agropecuaria que llevan al cabo, la actitud de los niños contrasta con la de los adultos que se mantienen un tanto cerrados y esquivos ante la llegada de los "extraños". El trabajo y la desconfianza son aún sus rasgos distintivos.- Martín Enrique Acosta Pacheco

De hecho, las mujeres de estas comunidades, sobre todo las solteras, las que llevan el delantal de colores claros, se ocultan, sólo las niñas corren por las calles acompañadas de sus hermanos. Esa alegría juvenil se transforma en silencio, cuando alcanzan la adolescencia y la madurez."Ahora no están los representantes de la comunidad, viajaron a Campeche y regresan en dos días, y yo no puedo decir nada, porque luego en los periódicos publican cosas malas, mentiras, cosas que no son ciertas", dice un menonita encargado de la operación de los dos enormes silos de ese campamento ubicado al Este de la ciudad de Hopelchén.

El ir y venir de las carretas de tracción animal es constante, pero igual de silenciosa, no hay más información sólo resta observar las casas de concreto equipadas con rotores para transformar la fuerza del viento en electricidad, o con plantas de diésel, para echar a andar la lavadora, la licuadora...

En la comunidad de El Progreso, la situación fue diferente, el representante, Cornelius Wall amable acepta hablar, relata que los niños acuden a la escuela desde los seis hasta los 13 años y sólo aprenden a leer, escribir y sacar cuentas, luego su futuro se reduce a trabajar en el campo, a hacer producir la tierra.

Los jóvenes menonitas no pueden aspirar a estudiar ninguna carrera universitaria, no está permitido, pero son excelentes mecánicos y productores agrícolas y pecuarios, aunque el ganado que crían es únicamente para la producción interna de leche y la fabricación de queso que luego comercializan en las comunidades aledaña a sus campamentos."Si alguna de las mujeres de esta comunidad se casa con alguien externo, ya no puede regresar, hará su vida aparte, a menos que su esposo adopte la religión evangélica que aquí profesamos y se adapte a nuestras costumbres y tradiciones, a nuestra vida", subraya Wall.

En los campamentos menonitas la pauta es el trabajo diario, de siete u ocho de la mañana hasta las 3 ó 4 de la tarde: las mujeres a las labores domésticas, los hombres a la faena en el campo o en sus casas en la reparación de motores o tractores de rueda de acero, y los niños a la escuela; no hay deportes, no se permite la televisión, ni la radio... Sin embargo, tienen artefactos eléctricos como lavadoras y hornos de microondas que trabajan con base en la energía que obtienen de las plantas domésticas de diésel o las que obtienen mediante los rotores eólicos de fabricación estadounidense que tienen instalados.

La estufa es otro de los enseres domésticos que utilizan y para ello cuentan con tanques estacionarios de gas butano.A diferencia del campamento ubicado en Chencoh, en el resto no hay vehículos de tracción motriz, solamente los tractores, los pobladores transitan a pie o en las tradicionales carretas jaladas por caballos, las casas lucen limpias con sus jardines podados, reverdecientes y adornados por multicolores tulipanes.

Las casas limpias y pintadas con sus lecheras de acero inoxidable en las puertas en espera de ser recolectadas para llevarlas a la fábrica de quesos de la comunidad, así transcurre la vida en este sitio, entre la alegría de los niños, la laboriosidad de los jóvenes y la seriedad y el silencio de los adultos.Jacob Frisen es uno de los habitantes de la comunidad El Progreso. No tuvo hijos, pero en acuerdo con su esposa decidieron adoptar a una niña, hoy adolescente (bajo las normas que rigen la comunidad).

Él ya es un septuagenario, pero aún labora en el campo y sale a vender quesos a las comunidades cercanas, de trato amable y amistoso, subraya que, en promedio, las parejas menonitas tienen entre siete y ocho hijos, pero hay algunas que llegan hasta los 12 ó 14.Desecha el mito sobre las bodas entre hermanos menonitas y precisa que eso es falso totalmente, "pues las familias cuidan mucho ese aspecto".

Es uno de los mandamientos religiosos que los rigen. En los campamentos, a diferencia de los niños y los jóvenes, los adultos se muestran recelosos, las mujeres bajan la vista y evitan observar a los "extraños"; aunque por momentos lo hacen de manera discreta, no articulan palabras, eso lo dejan para sus esposos. Para ellas, la comunicación con la gente extraña es una barrera infranqueable, un blindaje para mantener su misticismo.

www.yucatan.com.mx

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